JUAN ANTONIO NICOLÁS JOCILES

Monday, November 27, 2006

La noche es joven

LOS jóvenes presienten esa fuerza primordial del universo: el Yin oscuro y confuso, las tinieblas caóticas donde ni los dioses habitan hasta que se hace el orden, el tiempo, la brillantez diurna del Yang. La noche no sólo es el ámbito del insomnio. Los jóvenes salen de la adolescencia a la noche como reproduciendo el origen del mundo. Salen a la noche del botellón y a la noche inquieta del alma. Y en tanta noche aprenden todos los ruidos, que es lo que a esa hora de la vida es el mundo: ruido y resonancia. El claxon, los tubos de escape abiertos, la voz y la botella, el contenedor maldito, almenas expoliadas, las meadas cayendo con un golpe solitario y los escozores, picores y temblores del amor y de la música. Sin el sentido del oído los jóvenes no podrían habitar la noche, porque la noche es sonoridad, y una vez que lo aprenden, ya no pueden sino crear sus propios e incesantes retumbos para que sus oídos no se espanten con los 'sonidos del silencio' y el sueño del vecino que necesita dormir en paz.
Los jóvenes extremeños tienen el primer puesto en cuanto a fumadores de España y comparten con cántabros y vascos el podio en consumo de alcohol. Es más que nada el humo y los miasmas de la noche que llenan algunas calles que los jóvenes se apropian y moldean con sus actitudes rituales, que no siempre corresponden al uso natural del espacio público. Claro está que de noche todo lo urbano es pardo y la ciudad no parece tan sumisa y planificada en su orden y funciones. El espacio pierde definición y las sensaciones son como las del pionero que discurre por un territorio incierto e ilimitado que se puede derrochar impunemente. El tiempo también se distorsiona. Se aplana. Las horas no existen: se confunden con la sincronía circular de las luces, la música, las copas y las sombras. Ningún sitio como una discoteca -a la que los bares imitan- para sentir el efecto en toda su pureza.
Theodore Roszak, el cronista de la contracultura juvenil de los sesenta, definió a los jóvenes de entonces como 'desafiliados' de la familia. Hoy también lo son, pero a la manera de permanecer en el domicilio paterno hasta los 30 años. Pero en verdad no viven en él.La noche es el gran ecosistema de lo oscuro y la agitación; los bares, coches y rincones más que nada son el hábitat de muchos jóvenes y no meros lugares de tránsito. Allí sí se vive y se ejerce la juventud. Se ofician todos los rituales con la música y la bebida como elementos místicos. No en vano las consumiciones predilectas son combinados, mezclas, como si de una alquimia rudimentaria se tratase para modificar elementos de la naturaleza humana. Como el alquimista, el joven siente una enorme pasión por los efectos, y en la medida que para la ciencia hermética el ave Fénix era todo un símbolo, el joven se parece en sí mismo a este pájaro renaciendo a la luz del mediodía de sus cenizas y estragos de la noche, buscando las gafas de sol que le den a la luz cegadora y al orden del mundo un aspecto soportable de pequeña nocturnidad y recuerdo del caos.
Jean Baudrillard habla de las anomalías del sistema que ya no lo desequilibran porque no se generan en ningún déficit o carencia, sino en la supercapacidad de integración y la propia organización excéntrica de dicho sistema. Los jóvenes en la noche bien podrían constituir la metáfora de esta idea. En tal caso, ni ellos siquiera saben que en realidad son la apoteosis de la misma sociedad pringada de la que ni están al margen, ni son parte más íntegra, ni de la que desde luego constituyen alternativa. Y en tal caso, los 'pactos por la noche' pasarían a ser parte del problema y no de la solución. Lejos de paliar situaciones transgresoras, esas medidas las reforzaría en tanto que suponen aplicar un artificio del día contra la noche, a lo que ésta respondería desde la oscuridad con más tinieblas.
Amanece, intemperie de la luz y en el ascua viva la noche es un remotísimo paisaje.

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