JUAN ANTONIO NICOLÁS JOCILES

Wednesday, January 17, 2007

Mar de palabra

«Ya todas las palabras resuenan en un ámbito cerrado» (Justo Jorge Padrón) LAS palabras pueden reducirse hasta una sombra fúnebre, rebasar el mundo que designan y perderse como un eco vacío e inútil en la verborrea sideral de los políticos. Entonces el mundo se vuelve más ciego y pequeño y los residentes de a pie comprobamos que, como en el Macondo original de García Márquez, para nombrar a muchas cosas tendremos que señalarlas con el dedo, pero esta vez porque sus nombres se han perdido irremisiblemente. Pero no es lo mismo señalar un río, una montaña o una cafetera que tener que vérselas con la niebla que ha quedado donde antes estaba la palabra libertad, o paz, o lucha contra la violencia. Cuantas menos palabras queden para invocar el mundo terrorista y hacerles frente todos a una con un vocabulario claro, más espacio quedará para la acción de los explosivos, las pistolas y las extorsiones, artilugios y acciones que apenas necesitan una palabra simple. Adviértase la parquedad de léxico en ETA, sus escuetos comunicados, su pobreza verbal (ha tenido que recurrir al concepto de muertos colaterales usurpado -¿es más que una coincidencia!- del ámbito neomilitarista de la guerra preventiva y los bombardeos quirúrgicos).
Si un sistema democrático está basado en el diálogo quiere decir que está basado en la palabra, por lo tanto no es algo que vaya con los terroristas ni sus mamporreros. En la medida que dilapidemos las palabras que pueden conciliarnos a los que estamos al otro lado de esta maldad, iremos perdiendo sustrato democrático y alentando ilusión de legitimidad en las acciones y exigencias de la banda.
En la calle percibimos claramente quién es el enemigo y, fuera de él, ni siquiera debiera haber adversarios. ¿A qué viene esta guerra de palabras en un paroxismo para que el aliado quede mudo y le resulte difícil definir lo que hace en aras de la paz? ¿Dónde pondremos palabras como pacto, lucha antiterrorista, diálogo, víctimas, proceso, tregua, basta ya, atentado? Pretender que las palabras sirvan sólo para mi verdad y desdigan la del adversario complaciéndome en una cosmovisión intolerante y excluyente del terrorismo y su final se pretenderá muy lúcido para lo que sea pero no para la democracia ni para acabar con ETA. No puede ser que lo más oportuno que un día acordaron los dos partidos mayoritarios de este país, a saber, que el terrorismo no formara parte de las controversias electorales, se conculque miserablemente desde la hora siguiente de dicho pacto, retorciendo palabras, mareando expresiones, abusando de la eufonía de los nombres Hay algo perverso que debe provenirnos de nuestras insuficiencias democráticas para creer, en una derivación del refrán de la guerra y el amor, que en la contienda electoral todo vale. Que es legítimo abusar del hediondo terrorismo por el poder. En ningún lado hubo que pactar nunca ni nadie que los amoríos, divorcios ni amancebamientos dejaran de usarse como argumento electoral arrojadizo, y es algo que nos honra que no lo hagamos. Mucho más debería ser el terrorismo, que cuando se usa electoralmente con más o menos evidencia, descarna a la palabra democracia hasta los huesos, la esquilma como el salitre y los políticos se creen que todos aplaudimos su florido vocabulario en la legítima lucha electoral, cuando en verdad sabemos que han agotado las palabras y lo que hacen y nos dicen ya no es de este mundo, de este tan familiar de las hipotecas, la corrupción urbanística, los fines de semana, la cuesta de enero, el trabajo, la salud y la paz. Pueden escribir las palabras que quieran: libertad, contra la violencia, diálogo, en mi nombre no, basta ya y añadirle dos huevos duros si hace falta, que los demás tenemos claro lo que debería hacerse y decirse.
De lo que no se puede hablar, mejor es callarse (Wittgenstein dixit, referencia libre)

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